Plantas medicinales: ¿cómo las usan guaraníes, criollos y polacos?

Plantas medicinales: ¿cómo las usan guaraníes, criollos y polacos?

En Misiones se identificaron similitudes y diferencias en el empleo que hacen estos tres grupos de más de 500 especies vegetales para el tratamiento de dolencias.

A través de la historia, los distintos grupos étnicos que habitaron el territorio que actualmente ocupa la provincia de Misiones se sirvieron de su riqueza natural para encontrar sustento y configurar sus formas de vida. El uso doméstico de especies vegetales para el tratamiento de enfermedades fue una práctica habitual durante varios siglos y aún persiste en los diferentes grupos culturales, transmitiéndose a través de generaciones.

Un estudio publicado recientemente en la revista PLOS ONE refleja la diversidad de las plantas medicinales y las diferencias en el modo de uso de los recursos locales entre pobladores guaraníes, criollos e inmigrantes polacos. La investigación, que fue desarrollada en conjunto por científicos de la Universidad de Lodz, en Polonia; del Instituto de Biología Subtropical de Misiones (IBS, CONICET–UNaM); del Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE, CONICET–UNNE) y del Centro de Investigaciones Ecológicas Subtropicales (CIES, DRNEA-APN), relevó más de 500 especies –en su mayoría nativas- que son utilizadas por los pobladores para atender distintas dolencias.

Se trata de un análisis etnobotánico sin precedentes en esta región argentina, que incluyó una exhaustiva revisión de estudios publicados y nuevos trabajos de campo. Los resultados permitieron concluir que, aunque los guaraníes son quienes conocen la mayor cantidad de especies, los criollos y polacos coinciden en mayor medida en el tipo de dolencias que tratan con las plantas.

De acuerdo al relevamiento realizado por los investigadores, existen 54 especies nativas y 25 exóticas que son de uso compartido por las tres etnias analizadas. Entre ellas, la cangorosa (Maytenus ilicifolia) y la manzanilla (Matricaria recutita) son consideradas las más versátiles, ya que se usan para tratar un mayor número de dolencias cotidianas, entre las que están la tos, la fiebre, los problemas digestivos y las heridas en la piel. Entre los guaraníes, la especie con más usos es el pipí (Petiveria alliacea), entre los criollos es el llantén (Plantago australis) y entre los polacos, la manzanilla.

Aunque entre los tres grupos se hallaron diferencias en la cantidad de enfermedades que son tratadas con cada especie, los criollos y polacos presentaron más coincidencias en los usos medicinales. “Esto se explica básicamente por el hecho que comparten más el modo de describir, diferenciar y clasificar a las dolencias y que ambas etnias deciden los tratamientos en base a los síntomas. Los guaraníes, en cambio, al diagnosticar y decidir la práctica curativa se concentran en identificar la causa de la dolencia. Estas diferencias entre los pobladores más antiguos de la región y el resto probablemente sean una barrera a la hora del intercambio de conocimientos sobre las especies medicinales de Misiones”, señala una de las autoras del trabajo, la investigadora independiente del CONICET en el IBS, Norma Hilgert.

Además, los resultados revelan que los criollos –que se instalaron en Misiones desde el siglo XIX provenientes de Corrientes, Brasil y Paraguay- y los polacos –que llegaron a la región en oleadas inmigratorias entre 1897 y 1940- comparten el tipo de uso que se le asigna a los recursos. “Estimamos que tiene que ver con una base cultural compartida, que tiene origen europeo. No solo sirve conocer el recurso y tenerlo a mano, si no darle valor. Si bien los guaraníes saben de las aplicaciones de una determinada planta, en muchos casos no las utilizan para ese fin”, explica Hilgert.

Para la investigadora esta situación muestra cómo los aspectos culturales modelan las decisiones acerca del tipo y modo de uso de los recursos, fundamentando las similitudes en la concepción de la salud y enfermedad para criollos y polacos. “Los guaraníes, por su parte, tienen una medicina de base chamánica. La cura no radica en la planta o en el preparado medicinal, sino en la mediación que hace el chamán ante entidades sagradas, en la cual la planta opera como vehículo para que ocurra la sanación. Entonces, claramente el rol de los vegetales en el tratamiento es muy diferente”, indica Hilgert.

Al encarar el trabajo, los investigadores esperaban encontrar diferencias en el elenco de especies usadas entre las tres etnias. Además, estimaban que los criollos y guaraníes compartían saberes comunes acerca de una mayor cantidad de especies, debido a que su residencia histórica en el territorio es más larga que la de los polacos.

La relevancia de este estudio, en el que se analizaron 509 especies botánicas con fines medicinales, radica en que no solo enlista el total de especies medicinales reconocidas en Misiones sino que también analiza, por primera vez, cómo es el uso de las plantas según las bases culturales del usuario. “Encontramos que, en muchos casos, la importancia que le da un grupo a determinada especie no es la misma que la que le dan los integrantes de otra etnia, aunque estén muy cerca”, señala Hilgert.

“Identificar qué plantas son valoradas por los distintos grupos es importante no sólo para dar origen a otros estudios que puedan para buscar los principios activos que puedan existir en una determinada especie, sino también para diseñar acciones de conservación. Si sabemos que una variedad está amenazada y tiene una determinada importancia para un grupo, es más fácil pensar en estrategias conjuntas con las comunidades, que actúan como aliados que valoran el recurso. Esas medidas pueden ser más efectivas que las prohibiciones de uso o el cultivo de plantas aisladas en un parque”, concluye la investigadora.

Publicado en Diario99.com.ar

Nanocelulosa, la clave para el papel más resistente y ecológico

Nanocelulosa, la clave para el papel más resistente y ecológico

El uso eficiente de los recursos naturales es fundamental para lograr procesos que sean económicamente rentables y ambientalmente compatibles. La nanocelulosa – material que se obtiene en base a las unidades estructurales más sencillas de la materia vegetal – está generando una revolución en diversas industrias y constituye un recurso clave para la bioeconomía en regiones donde la actividad forestal es una de las principales fuentes de ingreso de la población.

Un grupo de investigadores del Instituto de Materiales de Misiones (IMAM, CONICET – UNAM), trabaja en el desarrollo de nanofibras de celulosa obtenidas a partir de residuos foresto-industriales de especies tradicionales, como pino (Pinus elliottii y Pinus taeda)
o eucaliptus (Eucalyptus grandis), así como también de otros cultivos alternativos que están en expansión, como la moringa (Moringa oleífera), un árbol originario de la India que se cultiva en Misiones. Estos recursos podrán ser empleados en la fabricación de papel, aumentando su resistencia y generando procesos más amigables con el ambiente.

Los usos de la nanocelulosa son múltiples y van desde la fabricación de materiales para automóviles hasta insumos médicos. Los trabajos que se realizan en el nordeste del país apuntan particularmente al papel. “Estudiamos la potencialidad de las nanofibras para reforzar papeles, particularmente los marrones que se utilizan para embalaje, que son los que representan el mayor volumen de producción de la industria papelera”, explicó la investigadora independiente del CONICET en el IMAM y responsable del Programa de Celulosa y Papel (PROCYP), María Cristina Area.

El desarrollo de nanofibrilas de celulosa en Misiones comenzó hace 3 años, con estudios basados en materiales como el aserrín de eucaliptos y del bagazo de la caña de azúcar, es decir, desechos de cultivos extendidos en la región. Después de ese punto de partida, se iniciaron distintas líneas de estudio que buscan identificar la potencialidad de las especies y diferentes aplicaciones de las nanofibras.

“Una de las fortalezas de estas nanofibras es que, a diferencia de otras nanopartículas en base a carbón que también se están estudiando, son completamente biodegradables. Son de origen orgánico y se obtienen a partir de recursos naturales que son muy abundantes en nuestra región, por lo que su potencialidad es enorme”, destacó la investigadora adjunta del CONICET en el IMAM, María Evangelina Vallejos.

Actualmente, uno de los trabajos del Instituto estudia el potencial de la moringa, un cultivo que se está extendiendo en la región. Los frutos del árbol se usan para la producción de aceite, mientras que las hojas se secan y se exportan a países europeos, donde son reconocidas sus propiedades medicinales. Pese a que tiene un crecimiento muy rápido, la madera no puede ser aprovechada para la fabricación de papel por su baja densidad, pero si es útil para la obtención de nanocelulosa.

En los primeros ensayos, que ya fueron publicados en revistas científicas y expuestos en congresos internacionales por la becaria doctoral Julieta Benitez, compararon las nanofibras de moringa con las obtenidas a partir de aserrín de eucalipto y verificaron que las propiedades son similares. “Un factor interesante es que para obtener las nanofibras de moringa se utiliza mucha menos energía, lo que abarata el costo de producción. La idea final es que esta propiedad que estamos probando permita que la moringa se convierta en un cultivo alternativo de rotación en la región”, explica Area.

Para obtener la nanocelulosa, los materiales de origen son sometidos a procesos químicos y mecánicos que permiten desestructurar las fibras y llegar a la escala nanométrica, un nivel imperceptible a simple vista, que equivale a la mil millonésima parte de un metro. El resultado es un hidrogel, que es el que contiene las nanofibras.

Otro de los proyectos que desarrolla el grupo busca obtener el hidrogel a partir de aserrín de pino. En los ensayos del trabajo, que está a cargo de la becaria doctoral Nanci Ehman, buscan identificar si se obtienen mayor refuerzo al incorporar las nanofibras a la preparación de la pulpa o bien aplicándolas superficialmente sobre el papel.

El uso de residuos como materia prima y la disminución en el consumo de energía para su fabricación convierten a la nanocelulosa en un recurso fundamental para aumentar la sustentabilidad del proceso de producción de papel. “El objetivo final es brindar otra herramienta para completar el círculo de la biorrefinería a pequeña escala y permitir conformar PyMEs que, en base a una materia prima barata como es el aserrín, puedan fabricar las nanofibras y venderlas a las empresas que fabrican papel. Eso permite no solo sumar valor agregado sino también atender la cuestión ambiental, aprovechando al máximo los recursos naturales y minimizando la generación de desechos”, concluye Area.

Publicado en CONICET

El Yaguareté resiste en apenas el 3% de su hábitat y buscan frenar su extinción

El Yaguareté resiste en apenas el 3% de su hábitat y buscan frenar su extinción

Un estudio sobre el Bosque Atlántico -que se extiende entre Argentina, Paraguay y Brasil-, determinó que la especie está en peligro y que podría desaparecer en pocas décadas.

Hace algunos siglos, la exuberancia de la flora y la fauna de Sudamérica servía de hogar a una de las especies más impactantes de la naturaleza: el yaguareté. El crecimiento de las ciudades y la extensión de las superficies dedicadas a la agricultura cambiaron las características de su hábitat y cada vez quedan menos ambientes aptos para la especie, por lo que se extinguió en varias regiones y sobreviven pocos ejemplares.

Un estudio dirigido por investigadores del Instituto de Biología Subtropical (IBS, CONICET – UNaM) determinó que se perdió más del 85 por ciento del hábitat del yaguareté en el Bosque Atlántico – la región ecológica de casi 2 millones de kilómetros cuadrados que abarca la provincia argentina de Misiones, se extiende por el este de Paraguay y llega hasta el centro de Brasil – y que las poblaciones resisten actualmente en apenas el 3 por ciento de su territorio original. El trabajo, que fue publicado esta semana en la revista Scientific Reports y está basado en datos provenientes de 14 grupos de investigación de diferentes países, estima que quedan menos de 300 ejemplares y que se debe frenar su mortandad para lograr la conservación de la especie.

Los investigadores advierten que, si no se adoptan medidas serias de protección, las últimas poblaciones de yaguaretés podrían desaparecer en los próximos 50 años. Para preservar a los animales restantes, indican que será fundamental el aporte de los gobiernos de todos los países involucrados, como así también de organizaciones internacionales de protección ambiental.

“Esta es la primera vez que se combina en un estudio la información de tantas instituciones y si bien sabíamos que la situación del yaguareté en el Bosque Atlántico estaba muy comprometida, los resultados definitivos impactan. El estado de la especie es muy grave y requiere acciones concretas y urgentes”, asegura el investigador asistente del CONICET en el IBS, Agustín Paviolo. Desde la provincia de Misiones, el biólogo coordinó el trabajo que reunió esfuerzos de equipos de Argentina, Brasil, Paraguay y Estados Unidos.

El análisis de los investigadores se basó en múltiples fuentes de información, que permitieron estimar cuántos yaguaretés quedan y dónde subsisten. Se estudiaron imágenes de cámaras trampa, localizaciones de ejemplares seguidos mediante collares con dispositivos satelitales, huellas, registros de avistajes, casos de ataques a ganado y animales que fueron atropellados en rutas.

La información recopilada permitió identificar que el hábitat que persiste está distribuido de manera muy dispersa y que la especie subsiste en sólo el 3 por ciento de la región. Se hallaron tres núcleos importantes que permiten la supervivencia de poco más de 50 yaguaretés en su entorno natural, ubicados en la región de la cuenca alta del Río Paraná en Brasil; en la Sierra de Mar cercana a la costa del estado de San Pablo; y en la región que abarca el centro y el norte de la provincia de Misiones. También se encontraron otras cuatro poblaciones más pequeñas, que tienen apenas entre 5 y 15 individuos cada una.

Los investigadores también analizaron la potencial conexión de esas poblaciones y concluyeron que, en algunos casos, se pueden proyectar estrategias de restauración de corredores naturales que permitan el intercambio de individuos. “Esto no será posible entre todas las poblaciones que identificamos, porque algunas están muy alejadas. Ahí tendremos que pensar en otras estrategias, como mover yaguaretés de una población a otra. Eso también será necesario para cuidar la variabilidad genética, porque cuando empiezan a reproducirse entre individuos emparentados pueden aparecer problemas reproductivos”, explica Carlos de Angelo, investigador asistente del CONICET en el IBS.

“Las poblaciones que persisten no tienen perspectiva de supervivencia si la situación de conservación no cambia rápidamente porque son muy pequeñas. Nos queda muy poca superficie de selva funcionando como debe ser. Solo hay tres poblaciones que tienen algo más de margen, porque están en parches de hábitat que son un poco más grandes y una de ellas es la de Misiones,” explica Paviolo. A diferencia de Brasil, donde se instalaron grandes ciudades con millones de habitantes, y de Paraguay, donde se destinaron extensas superficies al cultivo de la soja en los últimos 30 años, la porción argentina del Bosque Atlántico sufrió un menor impacto.

Pero ¿cuáles serían las consecuencias de la desaparición del yaguareté? Si bien la extinción de cualquier componente de un ecosistema genera consecuencias, en este caso se trata del predador tope, es decir, de la especie que está por encima de todas en la cadena alimenticia.

“Tendría efectos no solamente en las especies que el yaguareté consume de manera directa, sino también en otras y en gran parte de los procesos ecosistémicos que ocurren en la selva. Si consideramos que el Bosque Atlántico es una de las regiones con mayor diversidad del mundo, estaríamos perdiendo una pieza clave para esta importante región”, explica Mario Di Bitetti, otro de los autores del trabajo, quien se desempeña como investigador independiente del CONICET y director del IBS.

El trabajo también permitió identificar que, además de la pérdida del hábitat, la especie está expuesta a otras amenazas como la caza, la persecución para evitar ataques al ganado y los atropellamientos en rutas. Estos factores, explican los investigadores, deberían ser rápidamente atendidos, con medidas de control más efectivas para frenar la mortandad de los pocos ejemplares que quedan.

Aunque en la última década aumentaron los esfuerzos para proteger al yaguareté en la región, las acciones aún son insuficientes para asegurar la conservación de la especie. La intención de este diagnóstico, explican los investigadores, es sentar las bases para un plan maestro de conservación del Bosque Atlántico, que requerirá de decisiones políticas y aportes económicos de parte de los tres países. “Es muy importante que la sociedad tome conciencia de esta realidad y del problema que puede significar para el ambiente la pérdida de una especie como el yaguareté, que tiene una función clave”, finalizó Di Bitetti.

Publicada en CONICET

Los desechos importan: ¿Qué pasa cuando los pinos reemplazan a la selva?

Los desechos importan: ¿Qué pasa cuando los pinos reemplazan a la selva?

La necromasa es clave para los ecosistemas, pero hay pocos estudios locales acerca de su cantidad y composición. Investigadores del IBS de Misiones analizaron los cambios producidos por las plantaciones forestales. La necromasa es el conjunto de materia vegetal muerta que se acumula sobre el suelo y es esencial para el funcionamiento de los ecosistemas, ya que esos desechos son los que se transformarán y pasarán a nutrir a los organismos y a las plantas vivas.

Por el crecimiento de la industria forestal, durante las últimas décadas las plantaciones de pinos reemplazaron a miles de hectáreas de selva nativa de la provincia de Misiones, lo cual generó cambios en las características de los detritos.

Conocer cómo está formada la necromasa, cómo cambia y cuáles son las causas de esas modificaciones resulta clave para lograr un manejo sostenible de las plantaciones. Un estudio desarrollado por científicos del Instituto de Biología Subtropical de Misiones (IBS, CONICET–UNaM) y de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) analizó las características de los desechos en ambos ambientes y descubrió similitudes y diferencias, y aportó importantes datos.

Los restos vegetales grandes como ramas, troncos caídos y otras estructuras muertas de los árboles funcionan como una esponja y son importantes reservorios de agua. Esa necromasa (palabra derivada del vocablo griego nekros: muerto) constituye un entorno propicio para la subsistencia de muchas especies, proporciona refugio a animales, plantas, hongos, líquenes y otros organismos que no podrían vivir en otras condiciones, por lo que se considera que cumple un rol fundamental en el funcionamiento de los ecosistemas y el mantenimiento de la biodiversidad.

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El equipo compuesto por María Genoveva Gatti, investigadora asistente del CONICET en el nodo Puerto Iguazú del IBS; Silvia Clarisa Zaninovich, becaria doctoral de la misma institución y José Luis Fontana, profesor investigador de la UNNE, desarrolló el trabajo durante un periodo que se extendió por casi cinco años. Los investigadores colectaron, clasificaron, pesaron y analizaron material vegetal muerto del suelo de la selva misionera y de plantaciones de pinos y estimaron la cantidad de necromasa por hectárea.

“Al reemplazar la selva por plantaciones y sustituir lo que se encuentra encima del suelo, supusimos que habría un cambio considerable en lo que cae y se acumula. Queríamos saber qué tan grande podía ser ese cambio y empezar a comprender las consecuencias de reemplazar la selva sobre el funcionamiento del ecosistema”, explica Zaninovich.

Al comparar los dos ambientes, encontraron que en la selva la mitad de la necromasa estaba compuesta por detritos grandes -las ramas y árboles caídos-, mientras que la otra mitad correspondía a hojarasca fina, como hojas, flores y frutos. En tanto, en las plantaciones de pinos casi el 90 por ciento de la necromasa estaba formada exclusivamente por hojas (acículas) de pino.

“Esto es lógico porque la selva es un ambiente con una alta diversidad de árboles y otras plantas que nacen, crecen y mueren continuamente. En cambio, una plantación de pinos es un sistema joven donde todos los árboles son de la misma edad, muy pocos mueren y pocas plantas de otras especies logran colonizar el sitio, por lo que se genera un aporte muy bajo de detritos grandes”, agrega Zaninovich.

Los resultados sorprendieron a los investigadores. “Esperábamos encontrar menos necromasa en las plantaciones de pinos, pero la cantidad fue muy parecida entre los dos ambientes. Los datos recolectados nos permitieron estimar que, por cada hectárea, hay unas 13 toneladas, lo que equivale al peso de dos elefantes africanos”, mencionó Gatti, encargada de dirigir el proyecto.

El motivo de la similitud en el volumen de desechos entre ambos ambientes tendría que ver con los tiempos de descomposición. “Las hojas de los pinos se descomponen de forma muy lenta, entonces a medida que caen se acumulan sobre el suelo y forman el colchón tan característico de las plantaciones. En tanto, la hojarasca de los árboles nativos y otras plantas de la selva es más diversa y su descomposición es más rápida, por lo que va transformándose rápidamente en nutrientes por la actividad de los hongos, bacterias e invertebrados”, indica Zaninovich.

En el análisis de los resultados, los investigadores señalaron que la disminución en la cantidad de ramas y árboles caídos y el aumento en la cantidad de necromasa fina, mayoritariamente compuesta por hojas en las plantaciones de pinos, podría tener importantes consecuencias sobre el ecosistema. Por un lado, observaron que una menor cantidad de detritos grandes en los pinares causaban un menor almacenamiento de agua sobre el suelo, lo que impactaría sobre muchos organismos. Indirectamente, afectaría procesos como el ciclado de nutrientes, así como también impactaría sobre la diversidad de organismos del suelo, el almacenamiento de carbono e incluso en la probabilidad de incendios.

Como propuesta para mejorar el manejo de las plantaciones, los investigadores mencionaron en las conclusiones las experiencias de otros países como Suecia, que cuentan con una larga historia de manejo forestal. Reconocen el rol fundamental que tiene la necromasa e implementan técnicas para promover la acumulación de detritos grandes en las plantaciones, como ciclos de cosecha más largos, no retirar los árboles muertos y dejar algunos individuos de un ciclo de plantación al siguiente.

Para los científicos que participaron de la investigación, es imperioso empezar a aplicar estrategias integrales que tengan en cuenta el impacto de la intervención del hombre. “Necesitamos conocer cómo funcionan nuestros ecosistemas productivos para construir un verdadero uso sostenible del ambiente, garantizando la conservación de la biodiversidad, el bienestar social y un desarrollo económico apropiado y compatible con la permanencia de los ecosistemas naturales”, sostiene Gatti.

Si bien el hallazgo de una buena cantidad de necromasa en las plantaciones de pinos de Misiones puede ser considerado como un dato alentador, los investigadores destacan la importancia de cuidar esa característica. “El desafío ahora es mantener este mantillo, evitar quemarlo, triturarlo o retirarlo, lo que dejaría al suelo desnudo. También será necesario implementar algunas técnicas que permitan aumentar la cantidad de detritos grandes que almacenen agua, promoviendo de esta manera la estabilidad ambiental y la conservación de la biodiversidad en estos sistemas productivos”, concluyen los investigadores.

El trabajo original fue publicado en la revista Forest Ecology and Management y está disponible en el siguiente enlace.

Publicado en limiteinformativo.com

Al rescate de la plintita, un material con potencial para obras viales

Al rescate de la plintita, un material con potencial para obras viales

La provincia de Misiones es la única en la que se encuentran yacimientos de la piedra, llamada Itacurú por los guaraníes. Investigadores del IMAM estudian alternativas para utilizarla en la construcción de caminos y restauración de ruinas.

Para construir las reducciones en las que desarrollaron sus misiones evangelizadoras, los jesuitas que se instalaron en el siglo XVII en el norte de Argentina utilizaron un recurso minero autóctono: la plintita. La piedra denominada itaquí o itacurú por los guaraníes se obtiene únicamente en yacimientos ubicados en la provincia de Misiones y está compuesta por una mezcla de arcilla, cuarzo y otros diluyentes, rica en hierro y pobre en humus, lo que la convierte en un material resistente y con capacidad de cementación.

Además de ser utilizada varios siglos atrás para edificaciones, existen antecedentes recientes de uso de plintita como base para rutas. Para aprovechar al potencial de este recurso, un equipo de investigadores del Instituto de Materiales de Misiones (IMAM, CONICET – UNaM), está trabajando en la localización y caracterización de los yacimientos, así como también en el análisis de las propiedades y efectos de los distintos ciclos de secado de la piedra.

El proyecto para el rescate y la valorización de la plintita fue encarado por un grupo de científicos que está coordinado por el investigador principal del CONICET y director del IMAM, Carlos Schvezov. “Es un recurso único, que solo se encuentra en la provincia de Misiones, donde existen canteras en zonas de lodo, cerca de arroyos, donde se produce la sedimentación por arrastre”, explicó el doctor en física.

El aprovechamiento de este recurso minero tiene distintos antecedentes a lo largo de la historia. Fue uno de los materiales más utilizados para la construcción de las misiones jesuíticas guaraníes que se instalaron en el nordeste de Argentina y territorios aledaños de Paraguay y en Brasil, con el objetivo de evangelizar a los pobladores originarios. Además, en las últimas décadas, se utilizó plintita como base para la construcción de un tramo de 50 kilómetros de la Ruta Costera Provincial Nº 2.

Una de las principales ventajas de la itacurú –vocablo guaraní que podría traducirse como piedra granulada o manchada- es que posee la capacidad de cementación, a través de ciclos de humedecido y secado. “Tiene un endurecimiento natural, que no requiere energía. Cuando se la saca en estado húmedo, puede formarse, porque tiene una textura similar a la de un barro, pero cuando se seca, se endurece”, explicó Schvezov.

Sin embargo, los procesos de endurecimiento pueden ser distintos y los investigadores buscan abordar esta variedad de alternativas a través de sus proyectos. En una de las evaluaciones, se incluyeron materiales obtenidos en siete yacimientos de la provincia de Misiones, que fueron sometidos durante seis meses a ensayos de granulometría para determinar su capacidad de cementación, entre otras características.

Para avanzar en las investigaciones acerca del potencial de la plintita, este año el CONICET firmó, a través del IMAM, un convenio con la Dirección Provincial de Vialidad de Misiones – coordinado por el Néstor Siviero, de ese organismo -, mediante el cual se está desarrollando un plan de trabajo que comprende cuatro etapas. En una primera instancia, se avanzó con el muestreo de los yacimientos. También está previsto el desarrollo de nuevos ensayos de laboratorio sobre las muestras, la caracterización de las propiedades y pruebas sobre testigos.

Además de su potencial para obras viales, las investigaciones que se desarrollan en torno a la plintita adquieren un valor histórico y patrimonial, ya que permitirán mejorar el conocimiento del material para emplearlo en la restauración y reconstrucción de algunas de las ruinas jesuíticas. “Si bien hay varias que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y no pueden ser alteradas, hay otras que podrán ser restauradas mediante la reconstrucción de las mamposterías y los arcos”, indicó Schvezov.

Publicado en Revista Ciencia Hoy – Número 147